La terapia es un espacio donde se ofrece al cliente, en un clima cálido y de confianza, la opción de expresar con total libertad sus emociones, malestares, miedos, deseos y necesidades ante un profesional, un psicólogo/a, que le escuchará y acompañará con respeto, comprensión y aceptación.
El respeto a la intimidad de las personas y el secreto profesional constituyen pilares básicos para la relación entre el psicólogo/a y su cliente.
Este principio está ampliamente recogido en los códigos éticos: “Toda la información que el psicólogo/a recoge en el ejercicio de su profesión está sujeta a un deber y a un derecho de secreto profesional del que sólo podría ser eximido por el consentimiento expreso del cliente”. (Art. 40 del Código Deontológico del C.O.P., 1987).
Una persona se plantea hacer terapia cuando se da cuenta de que hay algo en su vida que no funciona. Puede ser una sensación de inseguridad, ansiedad, insatisfacción que nunca se llena, o problemas puntuales que bloquean e impiden continuar.
En terapia, la persona aprende a darse cuenta de lo que hace y cómo lo hace y desde ahí a resolver o aceptar creativamente sus dificultades. El criterio de éxito terapéutico no es la aceptación social sino el aumento de la capacidad de darse cuenta y de un funcionamiento más armónico entre lo que piensa, siente y actúa.
No se trata de cambiar a la persona sino de aceptarse tal y como es. El cambio se da cuando la persona se convierte en lo que es y no cuando trata de ser lo que no es.