Un conflicto no resuelto es un asunto que no está concluido, cerrado. Se refiere a situaciones pasadas o conflictos intra-psíquicos no resueltos, como pueden ser las acciones del pasado no aceptadas, el resentimiento no expresado a los padres, hermanos, pareja y a otras personas significativas, el amor no expresado, la culpabilidad no resuelta, etc. De esta forma, cierta cantidad de energía inexpresada queda atascada en nuestro cuerpo generando tensiones físicas, emocionales y mentales, debido a que el impulso que surgió y la energía que se generó no fue dirigida a su objetivo: expresar nuestros sentimientos.
Esta incompletitud seguirá existiendo aunque seamos o no conscientes de ello. Nuestro organismo, en su sabiduría, insistirá en completar esta situación que ha quedado incompleta, porque sólo así, cuando demos voz a este sentimiento retenido, podremos ser capaces de pasar al siguiente momento.
La siguiente historia tradicional Zen representa de forma clara esta idea:
“Dos monjes Zen estaban cruzando un río. Se encontraron con una joven muy
hermosa que también deseaba cruzar, pero tenía miedo. Así que uno de los monjes la
subió sobre sus hombros y la transportó a la otra orilla.
El otro monje estaba furioso. No dijo nada, pero estaba hirviendo por dentro. Un
monje budista no debería tocar a una mujer; y este hombre no sólo la había tocado, sino
que la había llevado sobre sus hombros. Caminaron durante varios kilómetros. Cuando
estaban llegando al monasterio y ya cruzando el portal, el segundo monje, furioso,
enfrentó al primero y le dijo: “Tendré que hablarle al Maestro respecto a esto, tendré
que informarle. ¡Eso está prohibido!”.
El primer monje dijo, “¿De qué hablas?¿Qué es lo que está prohibido?”.
“¿Lo has olvidado?”, dijo el otro. “¡Llevaste a una hermosa mujer sobre tus hombros!”.
El primer monje rió y dijo: “Sí, la llevé. Pero la dejé a la orilla del río, kilómetros atrás.
¿Acaso tú aún sigues con ella?”.